Chau Francisco

Este lunes, 21 de abril de 2025, arrancó con una noticia que nadie quería escuchar pero que, en el fondo, muchos temían: el papa Francisco murió a los 88 años en su residencia del Vaticano. Sí, Jorge Mario Bergoglio, el cura de Flores que llegó a la cima del catolicismo mundial, nos dejó después de una vida intensa, comprometida y con muchísima mística.

La noticia se confirmó temprano, a las 7:35 de la mañana (hora de Roma), cuando el Vaticano activó su protocolo. El camarlengo, el cardenal Kevin Farrell, fue quien salió a dar la cara y, con cara seria, lo dijo sin vueltas. Francisco había fallecido.

De Flores al mundo

Nacido un 17 de diciembre de 1936, en el querido barrio de Flores, Buenos Aires, Jorge Bergoglio era hijo de inmigrantes italianos. Se metió en la Compañía de Jesús a los 21 años y, desde ahí, no paró más. Lo suyo era vocación pura. Fue cura, provincial jesuita, rector, obispo auxiliar, arzobispo de Buenos Aires, cardenal… y, en 2013, rompió todos los moldes: fue elegido como el primer papa latinoamericano y también el primer jesuita en la historia del papado.

El 13 de marzo de 2013, después de que Benedicto XVI renunciara (algo que no pasaba desde la Edad Media), Francisco apareció en el balcón del Vaticano con una sonrisa tímida y un “buonasera” que le ganó el corazón a millones. No necesitó ostentación: hablaba simple, caminaba derecho, y no tenía problema en bajarse del auto para saludar a la gente. Un crack.

Un Papa distinto

A lo largo de su papado, Francisco se hizo famoso por ir siempre a contramano de lo que se espera de un líder religioso conservador. Desde el minuto uno puso sobre la mesa temas picantes: la inclusión de las personas LGBTQ+, la pobreza, el medioambiente, la corrupción en la Iglesia, el rol de la mujer, los abusos… No esquivaba los bultos.

Su encíclica “Laudato si’” fue un llamado de atención al mundo entero sobre el cuidado del planeta, y su idea de una “Iglesia en salida” lo llevó a estar del lado de los que menos tienen. Reformó la Curia Romana, pidió perdón por los horrores cometidos por miembros de la Iglesia y no tuvo miedo de decirle a los poderosos lo que nadie les decía en la cara. Sí, era papa, pero no se la creyó nunca.

Últimos tiempos complicados

En los últimos años, su salud venía con altibajos. Le costaba caminar, usaba silla de ruedas, y desde febrero estaba internado en el Hospital Gemelli por una neumonía bilateral que lo tuvo a maltraer. Fueron 38 días intensos, de subidas y bajadas. Pero aún así, hace apenas unos días, el Domingo de Pascua, se lo vio dando la bendición “Urbi et Orbi” desde el balcón. Físicamente frágil, pero con una presencia que seguía siendo imponente.

Después de esa aparición, muchos pensaron que se venía una recuperación. Pero no. Esta madrugada, su cuerpo dijo basta. Y con él se fue una era.

¿Y ahora qué?

Con la muerte de Francisco, se activa el protocolo del cónclave. En los próximos días, se reunirán los cardenales para elegir a un nuevo papa. Pero más allá de quién venga, todos saben que el listón quedó altísimo. No es fácil llenar los zapatos de alguien que, con su estilo sencillo y directo, logró lo que pocos: que incluso los no creyentes lo escuchen.

Su funeral será, seguramente, uno de los más masivos de la historia. Presidentes, líderes religiosos, fieles de todas partes del mundo… todos querrán estar ahí. Porque Francisco no fue solo el jefe de la Iglesia Católica: fue un referente moral en un mundo que muchas veces va sin brújula.

Chau, Francisco

Nos queda el recuerdo de un tipo de barrio que nunca se olvidó de dónde vino. Que eligió vivir en la Casa Santa Marta y no en el palacio papal, que se hacía tiempo para hablar con los cartoneros de Buenos Aires o con refugiados en Europa. Que hablaba con los pies en la tierra y con el corazón en los que sufren.

Chau, Francisco. Gracias por tanto. Te vamos a extrañar como se extraña a los buenos amigos: con una mezcla de tristeza, orgullo y muchísimo cariño.